lunes, 13 de marzo de 2017

La era digital y las guerras invisibles.


Escribe Manuel Huanqui Hurtado.
Doctor  en Arqueología.

Inspirado en la trascendencia de nuestra heredad,  que en la era digital  en la que vivimos inmersos adquiere especial connotación, y gracias a la complicidad de los científicos de la nueva generación quienes recurriendo a una sinergia sin precedentes, ya tienen codificados  en excelentes memorias de gran cobertura y alta resolución  las cifras y datos que se han rescatado de infinidad de yacimientos del pasado, donde el hombre que nos ha precedido  ha dejado su huella imborrable de todo lo material e inmaterial que ha concebido y que está siendo desvelado  recurriendo  al gen y al  átomo  y cuyos resultados  están causando asombro en la consenso de la cultura universal.

Pero, cuando por razones de mi obcecado amor por el pasado, vuelvo al escenario de la cueva prehistórica, ingreso con profundo  respeto y premunido de especial mística y devoción que estos ambientes nos deben merecer.

Nunca me imaginé que la primera sesión  solemne del hombre que nos ha  precedido, despojado de toda parafernalia innecesaria y que en sus noches de meditación y reflexión  recurriendo al alumbrado de un simple candil que apenas contrastaba con la oscuridad, este acto nos iba a iluminar con una proyección sin precedentes.

Desde esos tiempos que largamente sobrepasan los 100,000 años se han suscitado grandes cambios cualitativos y cuantitativos del cual hoy disfruta la humanidad.

De la cueva prehistórica hemos derivado al hotel más lujoso del mundo, de las señales de humo a la vía satélite, de la punta de proyectil de manufactura  pétrea a las armas biológicas, del quipu a la computadora, de la pintura rupestre al offset, del grito al lenguaje articulado,  del tatuaje al maquillaje, del ícono a la diversidad de escrituras con las que se comunica el  hombre, de la imaginación al video, de la telepatía al teléfono celular, de la magia a la ciencia, del haya huasca al psicoanálisis,  del sentido común al derecho,  del  salvajismo a la civilización.,  etc.,  etc., y para desplazarse de un ambiente a otro que en los primeros años que fue lento pero seguro, hoy recurre a vehículos que están por alcanzar y superar la velocidad del sonido.

El actor de nuestra única historia, después de superar su obligado sedentarismo donde habitaba en la cueva prehistórica,  para cambiar este trance comienza su peligroso nomadismo, y cuando la etnia  requiere de estabilidad, inicia su precario sedentarismo en todos los ambientes que le brindaban los más mínimos pero vitales  recursos para su sobrevivencia, es así como nacen las aldeas, luego los pueblos, donde prevalece aún el paisaje humano y  su unidad étnica, o genoma social,  con él inevitable devenir del tiempo se fundan las ciudades donde la concentración de diversidad de grupos portadores cada uno con su genoma social   y tratan de convivir, pero inevitablemente ya se advierte una promiscuidad genética, que influye en la distorsión del fenotipo, biotipo y genotipo que dará origen a la odiosa discriminación tomando como pretexto el pigmento que  derivará en xenofobia y los complejos de superioridad que van a incitar  a las guerras de todas las modalidades, pero su sustento vital es la ambición de apoderarse del patrimonio de los pueblos que la ostentan , pero que tienen otra cosmovisión.

En este decurso, se advierte que ciudades algunas de milenaria data, como consecuencia de la explosión demográfica en que  vivimos inmersos se van configurando las urbes, para culminar en las grandes megalópolis  que albergan a millones de habitantes con aparente confort, y es donde pululan todas las etnias de todos los pigmentos  y donde muy sutilmente se escenifican pugnas  donde los complejos juegan papel decisivo  y que está minando la integración de los pueblos en especial el complejo de superioridad,  tomando como pretexto el pigmento y la estatura para  imponen sus designios, y para lograr este objetivo implementan instituciones y  leyes  a la medida de su ambición, liderados por personajes proclives a acceder designios maquiavélicos.

Los últimos 2,000 años han sido determinantes para definir la actitud que está asumiendo el hombre, en procura de lograr especial protagonismo y hegemonismo, algunos hábilmente recurren a las guerras para imponer los designios de los poderosos, pero las que nos han precedido especialmente la última conflagración mundial ha sido monstruosa e inenarrable por el costo humano que ha cobrado, y donde la crueldad y la paranoia nos ha mostrado su rostro más cruento.

Los continentes con fines geopolíticos los han tipificado por el pigmento que ostentan, Europa representa el continente blanco, al África como el continente negro, en el oriente ubican al continente amarillo, la India como el continente oscuro, y América como el continente cobrizo, cada uno de estos conglomerados humanos con su fenotipo, genotipo y biotipo bien definido que los identifica y que está refrendado por sus genes y sus memes.

Pero, desde siempre nuestra especie, ha vivido permanentemente en constantes pugnas por hacer prevalecer sus complejos en especial el de superioridad para  que  prevalezca  su paisaje humano y en pleno Siglo  XXI se está acentuando esta controversia.

De ese minúsculo grupo que inició la aventura del hombre en la cueva prehistórica, hace miles de años  ahora somos más de 7,000 millones de seres sobre el planeta tierra, pero, pese al aparente progreso el hombre  no ha tomado conciencia que el recurso vital que es el agua se está agotando y continentes enteros morirán de sed, las guerras modernas cuentan con la complicidad de sofisticada tecnología de punta que si bien es cierto está diezmando pueblos enteros del tercer mundo, pero el porcentaje que se inmola es ínfimo, a pesar que la vía satélite nos trae la imagen viva de la muerte,  esto no  incita y no los llama a la reflexión a los dueños del mundo que se han tornado insensibles e indolentes, hasta los dioses ya están claudicando ante su poder, y pueblos enteros claman a sus deidades compasión  y ayuda y nadie los escucha.

El costo de las guerras que nos han precedido en lo material, en tecnología  bélica y en el aspecto humano supera todos los guarismos, además hay que remarcar que han inmolado a gente inocente y de la otra,  y el fondo de los mares esta colmatada de chatarra bélica.

La incontenible explosión demográfica que está rompiendo todos los equilibrios, está obligando a que los dueños del planeta asuman actitudes maquiavélicas y esta es la razón por la que  ya han iniciado las guerras invisibles donde el costo material en lo bélico, no superara a las anteriores confrontaciones, y para frenar progresiones de poblaciones del tercer mundo están rociando bacterias,  virus, microbios y no hay vacunas suficientes para menguar en algo este sino,  la desnutrición y el   hambre se está convirtiendo en otro jinete del apocalipsis, la paranoia, el stress, la diabetes, el cáncer, la hipertensión, el miedo están creciendo en porcentajes alarmantes sumado a la contaminación, la sobreexplotación de los recursos naturales que están rompiendo todos los equilibrios que la capacidad de resiliencia ostenta   de los ambientes que antes protegían a pueblos y continentes . 

En las grandes megalópolis a diario se libran batallas desiguales entre los hijos de la ubre y los hijos de urbe, donde se advierte la competencia  de quién adquiere lo más sofisticado que la tecnología concibe y los adquiere  cualquiera sea el costo, para marcar la diferencia y donde la computadora lo está robotizando e insensibilizando al hombre y se está postergando definitivamente el diálogo sincero y ameno del gesto y el mimo del que disfruto el hombre prehistórico en su primera sesión solemne que mantuvo en la cueva que le sirvió del albergue natural.

Ya estamos llegando a límites inadmisibles. Es cierto que estamos viviendo, en el mejor momento de la historia y que los logros del hombre han superado la imaginación de Julio Verne y H.G. Wells, pero también tenemos que reconocer que estamos viviendo en el peor momento porque estamos a expensas de que algún paranoico presione un botón  y se desencadene el apocalipsis que ya está  cerca, y con esto desaparezca todo lo que intuyó y concretó el hombre de todos los tiempos, a no ser que ya se  tenga digitado conquistar otros mundos mejores que el nuestro, y que es posible. 

Pero no conformes con estas guerras invisibles los estrategas de la geopolítica están intuyendo otras  guerras  que diezmaran a dioses y hombres por los siglos de los siglos amen. Así sea. 

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